El pasado jueves 18 estuvimos en la facultad de Filología en la presentación del poemario Amar a un extranjero de Agustín Calvo Galán (editorial Denes), ganador del XI Premio César Simón 2014, organizado por la Universidad de Valencia. El acto fue presentado por Begonya Pozo (responsable del premio), Rafa Correcher (parte del jurado) y Juana Estevan, concejala del Ayto. de Villar del Arzobispo, activo colaborador de este premio.
Lo que nos ha llamado la atención de esta obra es lo que mueve su creación. Está dividida en dos partes dedicadas a dos pintoras: Gabriele Münter y Mª Helena Vieira da Silva. El deseo de conocer la vida y obra de ambas pintoras, de una manera tan obsesiva hasta llegar a “amarlas”, se convierte en una crónica de un viaje; pero de un viaje físico (a Portugal y Múnich) y otro metafórico hacia sí mismo. Este último es el que otorga la esencia a esta obra. Se trata de un encuentro entre la obra-vida de las pintoras y el yo poético de una manera mimética, espejada, hasta el punto de adoptar el poeta una voz femenina:
Eran tantas las ganas de encontrarte
que no veo tus pinturas,
no puedo verlas,
sólo me veo a mí misma
me estás mirando,
me estoy mirando
desde la foto expuesta
sobre el escritorio.
Dudo de mi nacionalidad,
al igual que Vieira da Silva, ¿habré perdido la mía
por haber amado a un extranjero?
Impresiones, más que descripciones, es lo que -según el mismo Agustín Calvo- puede leerse en estos versos. Y son estas impresiones más intensas en la segunda parte, no sólo por la mayor expresividad del lenguaje, sino porque logra en ella la completa integración obra pictórica y yo poético. Agustín Calvo nos explicó en esta presentación que en la última parte, dedicada a Vieira da Silva, él puede contemplar su propio paisaje, su casa. Y es a esto a lo que nos referimos cuando decimos “completa integración”. Los matices, los colores, las escenas, son ahora un paisaje cercano (su casa) pero también mimetismo del ser del poeta.
La vista se ciega.
El mediodía de agosto es el exterior de todo lo
conocido, las cigarras incansables, el camino de
hormigas que ayer ni existía, las hojas que dicen, al
pisarlas, que cada año es luz y ser, sombra y agua,
puerta con vano y dintel pero sin cerradura por la que
espiar
tus ojos.
La vista se ciega
y es todo, en su exterior, las voces que oigo: mi madre
llamando a los gatos, los pájaros haciendo sus nidos, el
silencio inconcluso, inmune. Y la mañana solidificada
del paisaje se borra por completo. Es mi cansancio.
Retengo lo que soy,
como las cigarras aplastan el mediodía.
El jurado ha destacado el poemario “no solo por su hondura y madurez expresiva, sino también por la gran consistencia de su estructura, con una acertada articulación en dos partes en las que se logra el difícil equilibrio entre el ritmo de los poemas y la historia, consiguiendo su imbricación con una gran delicadeza lírica”.
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